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lunes, 25 de enero de 2016

*Alma Gemela*



 “Los budistas dicen que si conoces a alguien y tu corazón late con fuerza, tus manos tiemblan y tus rodillas se vuelven débiles, no es la persona indicada. Cuando tú conoces a tu alma gemela, sientes calma. Nada de ansiedad, nada de agitación”.

El corazón se me ha roto varias veces. Aún tiene pequeñitas cicatrices que puedes observar solo si las miras muy de cerca. Algunos dicen que, a veces de ellas aparecen los miedos. Sinceramente, no me importa que te acerques tanto, que puedas verlas. Estoy orgullosa de ellas porque, antes de volverse cicatrices, fueron experiencias que me hicieron sentir  vulnerable, que me hicieron sentir más humana.

Es increíble cómo las personas podemos elegir entre utilizarlas para volvernos débiles o para sentirnos más fuertes.  Supongo que, al igual que a mí, las tuyas te han vuelto más fuerte y creo que, cuando llegue el momento,  no tendrás miedo de que me acerque para admirarlas, porque ¿sabes?  Tienen su parte de hermosura, nos hacen ser lo que hoy somos.

Quisiera contarte que, el otro amanecer, quieta, en mi cama, cubierta por las sábanas y con el cabello despeinado, reflexionaba. Pensaba que pasa el tiempo, pasan los años, pasa la vida. La gente busca aquí y allá, compara, prueba, desecha.  Busca el amor como cuando busca la comida de la semana. Busca con hambre, busca con prisa. “No vaya a ser que el amor se me escape”, dice.

La mayoría hacen el amor. O eso es lo que dicen. “Y después de hacer todo lo que hacen, se levantan, se bañan, se entalcan, se perfuman, se peinan, se visten y, así, progresivamente van volviendo a ser lo que no son” (Cortázar, p.46).

Muchos de ellos se casan por inercia, porque todo el mundo lo hace, porque se aferran a una persona.  Y, con el paso del tiempo, se quedan allí, muertos en vida, existiendo, no viviendo, pagando un precio para no quedarse solos. Porque es muy duro lidiar con uno mismo cuando por dentro hay un vacío y los pensamientos se vuelven eco que retumba por todos los sentidos.



Es por eso que yo no te busco. Ni que fueras un producto que se vende en las tiendas.  No te busco porque sé que algún día, en algún lugar y a su debido momento nos reconoceremos. He imaginado que, en cualquier instante,  te veré correr deprisa por la calle o leyendo un libro debajo de un árbol y, por aquellos accidentes del destino terminaremos hablando.  Pero también me gusta pensar que ya te conozco, que quizá ya estás en mi vida y que, sin darnos cuenta, lento, a cuentagotas, dejaremos que el amor fluya. Porque creo en lo más profundo que, si las almas aún no están listas, no pueden reconocerse.
Mientras llega el momento, cuido de mí, me hago sonreír, me hago la vida de colores, porque cuando nos reconozcamos habremos abierto muy bien los ojos del corazón. Seremos cómplices, compañeros de aventuras y desventuras. Tendremos tanto amor, que no necesitaremos pedirlo, sino decidiremos compartirlo.

Pau Ocáriz

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